domingo, 8 de marzo de 2009

Primera aventura amorosa (o la importancia de tener una moneda)

El amor se apoderó de mí cuando tenía doce años. Aún llevaba pantalones cortos, pero un tenue vello empezaba a brotar de mi labio superior. Una jovencita, también de doce años, vivía en el apartamento de encima del nuestro. Tenía una "buena figura". Además de su buena figura, tenia numerosos tirabuzones castaños que caían agradablemente sobre su cuello, y dientes tan uniformes como los granos de una mazorca de maíz en un año de buena cosecha. Gracias a unas hábiles maniobras mías ella invariablemente me encontraba en el descansillo cada vez que subía a su piso.
Yo había estado ahorrando mis centavos durante cierto tiempo y finalmente había acumulado el dinero necesario para invitarla al teatro de variedades Hammerstein Victoria. Yo nunca había estado allí, pero lo había oído mencionar frecuentemente. Tenia ahorrados 70 centavos y lo había calculado todo minuciosamente. Dos localidades del segundo anfiteatro, 50 centavos... Tranvía de ida y vuelta, 20 centavos... Total, 70 centavos.
Hubiésemos podido ir andando, pero vivíamos en la calle 93 Este, y el teatro estaba en la 42 Oeste. Estábamos en enero, los días eran cortos y el tiempo ofrecía una imitación bastante buena de Laponia.
Cuando descendimos del tranvía en Times Square, Lucy estaba encantadora, y yo muy guapo. Pero un granito de arena se había introducido en el engranaje. El granito de arena era un vendedor ambulante. Estaba instalado ante el teatro y vendía dulces de coco a 5 centavos la bolsa. Fiel a su sexo, Lucy contemplo al vendedor y murmuro que el dulce de coco era su golosina predilecta y que cuales eran mis intenciones al respecto. Yo hice lo que todos los tontos han hecho en todas las épocas, cuando la belleza pide algo. Lo que aquella belleza no sabia era que su indiferente petición había echado por los suelos mi cuidadoso presupuesto y me había arruinado la tarde incluso antes de empezar.
Nos instalamos en el segundo anfiteatro, lejos, muy lejos del escenario. Los actores parecían enanos y los sonidos que proferían apenas si eran audibles desde nuestro observatorio. Mas fuerte que las voces de los actores, sin embargo, era el continuo crujir de los dulces de coco, a medida que cada uno de ellos se deslizaba graciosamente por el bello gaznate de Lucy. Tal vez ella estuviese demasiado absorta en la representación para ofrecerse a compartir conmigo los dulces, o quizá supusiera que yo era diabético y, sintiendo por mi un amor loco, no deseaba poner en peligro mi salud. Cualquiera que fuese el motivo se los comió todos, migajas incluidas.
Quede algo afectado por el egoismo de Lucy, pero tenia ante mi un problema que me hizo olvidar incluso los dulces que no llegue a probar. Aunque registre esperanzadamente mis bolsillos, únicamente encontré en ellos una solitaria moneda de 5 centavos.
La representación por fin termino. Salimos en silencio del teatro. Al hallarnos en la calle nos encontramos con la oscuridad y una furiosa tormenta de nieve. Ahora me siento terriblemente avergonzado acerca de esto, pero recuerda que solo tenia doce años, que hacia un frío tremendo y que Lucy se había comido todos los dulces. Además, si ella no me hubiese obligado a comprarle los dulces, me habrían sobrado 10 centavos, lo suficiente para que ambos pudiésemos haber regresado a casa en tranvía.
Pese a todos estos argumentos convincentes, todavía me quedaba algo de honor. Me volví hacia ella y le dije:
-Lucy, cuando salimos para el teatro de Hammerstein yo tenia 70 centavos, lo suficiente para las entradas y para el viaje de ida y vuelta. Yo no había proyectado comprar dulces. Yo no quería dulces. Has sido quien los ha pedido. Si llego a saber que ibas a querer dulces, hubiese retrasado la invitación. El caso es que solo me quedan 5 centavos. Recuerda, Lucy, que te has comido los dulces y sabes muy bien que tengo perfecto derecho a irme a mi casa en tranvía y dejar que tu regreses andando. Pero ya sabes que estoy loco por ti y que no puedo hacer tal cosa sin concederte una oportunidad. Escucha con atención. Voy a tirar esta moneda al aire. Tu eliges cara. Si sale cara tu coges el tranvía. Si sale cruz, lo cojo yo.
Los dioses estaban de mi parte. Salio cruz.

La hembra de la especie siempre me ha desconcertado y siempre la he considerado como una raza aparte. Por alguna extraña razón, Lucy nunca volvió a dirigirme la palabra. La ultima vez que me vio fue como si yo hubiese muerto. Y de llevar ella un cuchillo, seguramente lo hubiera utilizado.

Bueno, ese fue el final de mi primera aventura amorosa, e incidentalmente, de mis 70 centavos. Sin embargo, creo que tuvo una particularidad. Probablemente fue la única aventura amorosa de la historia que fracaso por falta de cinco centavos.

Groucho Marx
Del libro "Groucho y yo", correspondiente al capitulo 5 "Mi juventud: Puedes quedarte con ella"

8 comentarios:

Florci dijo...

Lucy sería un personaje mucho menos detestable si hubiera compartido los dulces.

Saludos!

Kitty Wu dijo...

Concido con Florci...Se hubieran ido los dos a pata,je

Anónimo dijo...

Uf ,que bueno ,estaba re aburrida !
Yo apoyo a Lucy ,aunque le haya salido mal ...

Pable dijo...

Florci y Kitty: Lucy era glotona y egoista, pero tuvo su chance. La moneda se empecino en salir del lado de la cruz.
Emersor: Me alegro que este relato te haya divertido. Que mejore tu ala.

Arle dijo...

Como siempre yo, viendo la otra versión. De pura contrera que soy. Por ahí a Lucy le habían caído mal o la película o los dulces, y no se animaba a decirle que le dolía la panza.

Smuack Smuack ( dos, para el fin de semana )

Musa y arte dijo...

Pablete!! como estas?, gracias por pasarte, tengo que admitir que tenes una grán capacidad para seleccionar los mejores textos de este gran mundo literario si se puede llamar así.
Crudo, real y tierno a la vez.
Besos!!!!

Pable dijo...

Arlequincita: Esperaba que apareciera usted, su tipica contrera, y sus besos dulces.
Flor: Lo de "crudo, real y tierno" ¿es por mi o por el relato?

L e o n i a dijo...

Pable, me encantó.
Aunque Lucy podría haber llevado alguna moneda, nunca debemos salir con alguien sin tener algo de plata en el bolsillo.
Besos y saludos agitando pañuelito.