viernes, 30 de diciembre de 2011

Abre el mundo ante mis pies

Me ha pasado varias veces que no sabía hacia que lado tenía que ir ni por qué. Me ha pasado, también, que no tenía ganas de ir hacia ningún lado. A menudo, he llegado a lugares a los que realmente no debía ni quería llegar (y de los que no sabía como volver).

En medio de toda esa incertidumbre, mi amiga Karula cada tanto me ha recordado a Lewis Caroll quien dice:

El Gato no hizo más que sonreír al ver a Alicia. 

-Minino de Cheshire-empezó a decirle, tímidamente […] Pero el gato se sonrió un poco más. Y le volvió a preguntar:-¿qué camino debo seguir?
-Según a donde quieras llegar-observó el Gato. 
-Me es absolutamente igual un sitio que otro...-dijo Alicia. 
-Entonces también da lo mismo un camino que otro-añadió el Gato. 
-Es con tal de llegar a alguna parte-agregó Alicia a la explicación. 
-Para eso-le aseguró el Gato-basta con que empieces a andar y andar.

Por primera vez en mucho tiempo, tengo en claro hacia adonde quiero ir.

No sé si es que mis pies tienen raíz, o es que se afianzaron, o simplemente crecí. Pero no tengo más que agradecerles por llevarme de un lado a otro, por enseñarme que aunque los maltrate o los descuide ellos están ahí. 


Manteniéndome.
Guiándome. 
Llevándome. 
Sosteniéndome. 
Equilibrándome. 
Soportándome.