martes, 23 de noviembre de 2010

Una noche más ya no voy a dormir en tus brazos

Hoy, al igual que muchas otras veces, me toca agradecer.

Agradecer algo que, en primera instancia y para muchos de ustedes, puede resultar irrelevante y superfluo, pero que para mí es bonito, trascendental y profundo (Quizás no en ese orden)

Entre tanto egoísmo, entre tanta soledad amuchada, entre tanta sociedad ciega es, al menos agradable, verse reflejado en otra mirada. Así que no solo quiero reconocer ese gesto bonito, sino otro un poco más íntimo.

Desde este pequeño espacio intento retribuir de algún modo a aquellas personas que me permitieron dormir junto a ellas. Personas que, como si fueran guerreros se sacaron su escudo y su armadura delante mio, para hacer algo tan simple y tan profundo como dormir, ya sea en una cama, en un sillón, en un colchón, en el pasto, en una hamaca paraguaya, en cualquier rodado, en una silla, en el piso, en una estación de micros, en el banco de un parque o simplemente uno arriba del otro.

Como dice mi amiga Malena, son personas que nos rescatan, aunque sea temporariamente, del naufragio de todos los días.