miércoles, 21 de agosto de 2013

El hijo de la patria

La otra historia ha condenado a Manuel Belgrano a no ser. Belgrano no tiene día en el calendario oficial. El día de su muerte es el Día de la Bandera. Y ya sabemos de la importancia que el símbolo patrio tiene entre nosotros mas allá de los festejos deportivos y las declamaciones patrioteras de ocasión. No nos han enseñando con ejemplos a querer a nuestra bandera. Ha sido violada y usurpada por los gobiernos genocidas que han hecho abuso de su uso. Tenemos que recuperarla para nosotros, tarea imprescindible pero larga, y, mientras tanto, Belgrano sigue sin ser recordado como se merece.

Manuel Belgrano, uno de los más notables economistas argentinos, precursor del periodismo nacional, impulsor de la educación popular, la industria nacional y la justicia social, entre otras muchas cosas, ha sido condenado a convertirse en una especie de Sastrecillo Valiente.

La operación es simple. Se trata claramente de un ideólogo de la subversión americana y no conviene que, desde la más tierna infancia, los niños aprendan a honrar la memoria de pensadores, innovadores y revolucionarios, portadores, como en este caso, de una coherencia meridiana entre sus dichos y sus hechos.

Los ricos de la Argentina, enriquecidos a costa del país y del trabajo de su gente, se enorgullecen diciendo que Belgrano murió pobre. Según sus leyes de la obediencia y el ejemplo, no hay nada mejor para los demás que morir pobres. Aprender a morir como se nace, sin disputarles los ataúdes de roble, los herrajes de oro, las necrológicas de pago y las exclusivas parcelas en los cementerios privados, es una gran virtud en la escala de valores de los que viven de la Bolsa de valores.

El desprendimiento, el desinterés y la abnegación son virtudes que nuestras "familias patricias" dicen admirar en los demás, aunque no forman parte de su menú de opciones. Sus integrantes, por su parte, morirán mucho más ricos de lo que nacieron, porque el resto de los argentinos morirá mucho más pobre. Leyes de la matemática, de la suma y de la resta.

Claro que omiten decir que Belgrano nació rico, y que invirtió todo su capital económico y humano en la revolución. No dicen que Belgrano no se resignó a morir pobre y reclamó hasta los últimos días de su vida lo que le correspondía: sus sueldos atrasados y que se aplicaran a los fines establecidos los 40.000 pesos oro que había donado para la construcción de escuelas y que le fueron robados por los apropiadores de la administración pública.

Tampoco nos recuerdan que Belgrano no se cansó de denunciarlos y no ahorró epítetos para con ellos. Los llamó "parásitos", "inútiles", "especuladores" y "partidarios de si mismos", entre otras cosas.
Las banderas de Belgrano, la honestidad, la coherencia, la humildad llena de dignidad, los siguen denunciando.


Felipe Pigna



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