miércoles, 18 de julio de 2012

Por saberte revolví la noche

Juro que no le pedí nada, que no le rogué y que no se me ocurrió en ningún momento insistirle ni exigirle nada.

Juro que apenas si me animé a espiarla. 

Juro que espié su pelo caer graciosamente sobre su rostro.

Juro que caí rendido ante su mirada de ojos claros que se escondía tras la caída graciosa de su pelo.


Juro que la vi descruzar sus piernas largas. Y también que, debo confesarlo, en ese momento dejé de ver sus ojos claros (nunca pude descifrar con exactitud el color de sus ojos)


Juro que la ví avanzar hacia mi, con sus piernas largas, moviéndose lentamente. Imponente. Sensual. Desafiante. Podría haber huido, es cierto, pero su pelo, su mirada, sus ojos claros, sus piernas largas y su movimiento volvieron a cautivarme.

—No te ilusiones —me dijo, poniendo sus labios cerca de mi oreja—. Yo nunca, pero nunca... voy a extrañarte.











Juro que me desperté.