sábado, 31 de enero de 2009

Las cosas por su nombre

Creo que deberíamos hacer una excursión al ReNaPer (Registro Nacional de las Personas) para revisar los archivos a fin de confirmar si es que hay nombres que estén en vías de extinción. ¿Cuantos matrimonios hay, en la actualidad, que le pongan a sus hijos nombres como "Elvira", "Edith", "Rogelio", "Silvio/a", "Norma", "Ester"? y claro que la lista sigue. Es como si las personas que tienen estos nombres no hubieran tenido infancia. Cuesta imaginar al pequeño "Nestor" jugando a la escondida con "Adalberto", "Olga" e "Iris".

De la misma forma hay muchísimos nombres que parecen no haber tenido madurez y mucho menos han llegado a la vejez. Sin ir mas lejos ¿Usted a cuantos abuelos/as conoce que se llamen "Brian", "Nahuel", "Mia" o "Kevin"? Ya suena extraño al decirlo El domingo vamos a almorzar a la casa de "la abuela Ambar".
Vamos, esos no son nombres de abuelos ni de abuelas. Raramente, los padres de nuestros padres tienen nombre, generalmente son llamados: Nona, nono, cholo, chola, tata, toto, lala, lolo, lela, keka y hasta cuca. Pero no vamos a tomar mate con la abuela "Solange" ni con el tío abuelo "Ibrian"

Existe también otro grupo de nombres, entre los cuales incluyo al mió y, tal vez, al suyo, que tienen la particularidad de no estar asociados a ninguna época. Podríamos llamarlos nombres comodines, tan solo para catalogarlos de alguna forma (seguro que a usted se le va a ocurrir algún nombre mas apropiado) En este grupo podemos incluir a las Lauras, Rominas, Cecilias, Lucianas, Danielas, Jimenas, Eugenias, Marianas, Micaelas, Natalias, y también a los Nicolás (o Nicolases), Diegos, Lucianos, Alejandros etc.

Seguramente, usted argumentará con mucha razón que los nombres son una arbitrariedad impuesta, en primera instancia, por nuestros padres; que muy difícilmente a uno se lo conozca por su nombre verdadero ya que la mayoría de nosotros tienen apodos que corresponden a alguna característica física, a alguna actitud que nos identifique, a alguna vestimenta en particular, a algún parecido con otra persona, o simplemente una deformación de nuestro nombre o apellido.

Volviendo al tema principal de este exhaustivo informe que le presento, considero que conforme pase el tiempo y los "Kevin", "Brian", "Jonathan" e "Ibrian" crezcan, se casen con "Solange", "Ambar", "Camila" o "Azul", y tengan sus respectivos hijos, elegirán nombres tales como "Arturo", "Juan", "Segundo", "Alberto", "Pedro", "Olga", "Marta" etc

Si esto no sucede, podremos contar con que las personas que tienen nombres que no son de una época exacta restauren el orden universal de los nombres para tranquilidad del ReNaPer. Aunque nunca faltara algún "Gustavo" que conozca a alguna "Florencia" y quieran ponerle a sus hijos: "Inti", "Cletto", "Miranda", "Pía", "Arístides" etc.

Como dijo Iván Noble alguna vez, soy un cantor de pocas notas, un cachorro de escritor. Quizás así conozca a alguna Julieta Ortega.

miércoles, 28 de enero de 2009

Las mujeres que amé

¿Saben? Quería contarles, hoy, que yo amé muchas veces. Y que, como todo mortal, amé de muchas formas. Y quisiera decirles que por la edad, disculpen, amé a muchas mujeres.
Amé, en ocasiones, con esperanzas vanas, pudor adolescente, con frenesí platónico. Esa forma de amar que revuelve las tripas, que angustia por las noches, que provoca temblores.
Tartamudeé, entonces, cuando las ví de cerca. Y mentí profesiones y me inventé talentos. Soy músico de jazz, escritor de novelas, piloto de aviones. Compuse con Piazzola, inspiré a Frida Kahlo. Fuí discípulo de Einstein, guardaespaldas de Kennedy, el que pisó la luna.
Es que yo divagué hasta quedar hastiado.
Y cuando me miraron con tanta indiferencia, callé, abarrotado de tanto que decir.
Y lloré con mi almohada mi estúpida plegaria, y me tragué con vinos una desolación tras otra, perdido en la intemperie que suele ser mi abrigo.
Y escribí decenas de poemas que convertí en canciones, deplorables, que con sólo leerlas me llevaban al vómito.
Disculpen mi sinceridad, irrelevante, pero a veces no puedo evitarlo, me recuerdo ignorante, infiel, celoso y parco. Y remonto al olvido para volver a verme amar a la mujer que amé como la he amado.
Porque a veces amé poquito y nada, con cierta hostilidad de genio incomprendido, seguro de sentirme amado hasta el cansancio. Víctima del amor agobiante, con cientos de llamados y reclamos, hasta volverme cruel, sin intenciones. Entonces descubrí el oscuro color de los dolores, los ojos embriagados del amor que se muere, las despedidas secas, los atajos del fóbico, la rabia despechada de las mujeres tiernas, maternales. Y lloré de verdad aquellas noches, porque esas noches fueran las más duras, y esas mujeres fueron, al fin, las más amadas. Dueñas de mi nostalgia y de mi ira, reinas de mi benevolencia y de mi culpa, princesas de mis mejores sueños, no cumplidos.
Pero también amé, y voy a decirlo, con paciencia oriental. Y me jugué entero a todo o nada. Y me banqué los planteos y desplantes con estoicismo idiota, aunque febril.
Inútil el esfuerzo.
No podría contarles los resultados de amar hasta estallar de grandes intenciones. Porque no es posible cruzar los abismos si no hay puentes, cuando la diferencia es brutal, malentendida.
Entonces descubrí que el amor es constancia, risa, aburrimiento, madrugada, complicidad, café con leche, compañía. Una quimera frágil, fatigada, de querer amar todos los días.


Adolfo Castelo


No podía inaugurar este blog de otro modo, que con un pequeño homenaje a "El Blanco de las Críticas"