sábado, 28 de febrero de 2009

Cables cruzados

Se que es una boludez, pero siempre, si, SIEMPRE que busco los auriculares, los cables estan enredados.

Aunque me tome el trabajo de desenredarlos, y guardalos correctamente, zás, cuando los vuelvo a agarrar estan enmarañados como mas les plazca.

¿Será que son mis dedos los que estan enredados?

lunes, 23 de febrero de 2009

Los Argentinos

Un discípulo le dijo a Jesús... "Maestro, hablanos de los argentinos"

"Los argentinos están entre vosotros, pero no son como vosotros".

No intentéis conocerlos, porque su alma vive en el mundo impenetrable de la dualidad.
Los argentinos beben en una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto (el tango) y se ríen de la música de otro; toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas.
Ellos mismos no se conocen. Nunca subestiméis a un argentino.
El brazo derecho de San Pedro se supone que es argentino, y el mejor consejero del demonio también.Argentina nunca ha dado un hereje, pero los argentinos pontifican sobre los herejes y heretizan a todos los santos.
Su espíritu es universal e irreverente.
Creen en la interpretación de los sueños, en Freud y el horóscopo chino,todo al mismo tiempo.
Me tratan como "el flaco" y se mofan de los ritos religiosos, aunque los presidentes no se pierden un Tedeum en la catedral.
No renuncian a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones.
No discutáis con ellos jamás! Los argentinos nacen con sabiduría inmanente!.Saben y opinan de todo!
En una mesa de café y en programas de periodistas/políticos arreglan todo.Cuando los argentinos viajan, todo lo comparan con Buenos Aires. Hermanos, ellos son "el pueblo elegido"... por ellos mismos. Individualmente, se caracterizan por su simpatía y su inteligencia, en grupo son insoportables por su griterío y apasionamiento. Cada uno es un genio, y los genios no se llevan bien entre ellos; por eso es fácil reunir argentinos, unirlos imposible.
Un argentino es capaz de lograr todo en el mundo, menos el aplauso de otros argentinos.
No le habléis de lógica. La lógica implica razonamiento y mesura.
Los argentinos son hiperbólicos y desmesurados, van de un extremo a otro con sus opiniones y sus acciones.
Si os invitan a comer, no os invitan a una comida sino a "morfar" la mejor comida del mundo. Cuando discuten no dicen: No estoy de acuerdo, sino: Usted está absolutamente equivocado. Aman tanto la contradicción que llaman"bárbara" a una mujer linda, a un erudito lo bautizan "bestia" y a un mero futbolista "genio".
Cuando alguien les pide un favor no dicen simplemente "sí", sino "como no". Son el único pueblo del mundo que comienza sus frases con la palabra NO. Cuando alguien les agradece, dicen: "NO, de nada" o "NO" con una sonrisa. Los argentinos tienen dos problemas para cada solución. Pero intuyen las soluciones a todo problema.
Cualquier argentino dirá que sabe como se debe pagar la deuda externa, enderezar a los militares, aconsejar al resto de América Latina, disminuir el hambre de África y enseñar economía en USA. De hecho, cuando quise predicar mi palabra, comenzaron por enseñarme como tenía que hacer para llegar a ser un buen predicador.
Nuestras escrituras tienen parábolas, los argentinos tienen metáforas para referirse a lo común con palabras extrañas.
Por ejemplo, a un aumento de sueldos le llaman "rebalanceo de ingresos", aun incremento de impuestos "modificación de la base imponible" y a una simple devaluación "una variación brusca del tipo de cambio".
Un plan económico es siempre "un plan de ajuste" y a una operación financiera de especulación la denominan "bicicleta".
Todo argentino que se precie ha pedaleado alguna vez una bicicleta.
Viven, como dijo Ortega y Gasset, una permanente disociación entre la imagen que tienen de sí mismos y la realidad.
Tienen un altísimo número de psicólogos y psiquiatras y se ufanan de estar siempre al tanto de la última terapia.
Tienen un tremendo súper ego, pero no se lo mencionen porque se desestabilizan y entran en crisis.
Tienen un espantoso temor al ridículo, pero se describen a sí mismo como liberados.
Son prejuiciosos, pero creen ser amplios, generosos y tolerantes.

Hermanos,

LOS ARGENTINOS SON ITALIANOS QUE HABLAN EN ESPAÑOL. PRETENDEN SUELDOS NORTEAMERICANOS Y VIVIR COMO INGLESES. DICEN DISCURSOS FRANCESES Y VOTAN COMO SENEGALESES. PIENSAN COMO ZURDOS Y VIVEN COMO BURGUESES. ALABAN EL EMPRENDIMIENTO CANADIENSE Y TIENEN UNA ORGANIZACION BOLIVIANA. ADMIRAN EL ORDEN SUIZO Y PRACTICAN UN DESORDEN TUNECINO.
¡Son un misterio...!

Lalo Mir (Lalo BlaBla)

miércoles, 18 de febrero de 2009

No es la de Vincent...


Si alguien no quiere ver basta con cerrar los ojos. Si no quiere hablar no abre la boca. Pero por mas que no quieras oír no podes cerrar las orejas. Acá está la mía, si quieren susurrarme cositas lindas, darme besos, gritarme o incluso insultarme pueden hacerlo.
Quiero oír lo que me quieran decir.
Como podrán apreciar es mi oreja izquierda con mi lunar característico.

domingo, 15 de febrero de 2009

Sonrian

No puedo hacer otra cosa que indignarme ante lo que acabo de ver: Hay una maquina fotográfica que saca la foto cuando uno sonríe!!!
¿Y si yo quiero sacarme fotos estando serio o sin reírme? ¿no puedo?
Seguramente si pongo la cámara delante de Mariana Fabiani voy a tener 200 fotos en 2 minutos (pero quien querría 200 fotos de dicha srta?) ¿Y si quiero una foto de Santo Biasatti?

Pero claro, si la pongo frente al nobel de literatura Jelinek (¿Karina Olga?) tendré muchas fotos. Vamos, a quien le interesa la "cara" de la Jelinek?

Creo que este aparatejo es un invento de aquellos padres que no saben hacer reír ni a sus propios hijos. Por lo cual, los progenitores dejan este magnifico aparatejo sobre una repisa frente al pequeño bebe, y si por alguna eventualidad esbozara una sonrisa, ellos se regocijaran cuando el pobre "Rulo" sea escrachado para la posteridad.

También vi una cámara de fotos sumergible, ¿para sacarte fotos mientras te duchas ?

Es increíble que inventen esta sarta de paparruchadas, pero aun no hayan inventado un mecanismo para hacer llover.

A continuación una pequeña muestra de los inventos que mejoraron sustancialmente mi existencia (y la de muchos de ustedes):

-La depilady
-La hamaca paraguaya
-Los alfajores Capitan del Espacio
-El Mantecol
-La cama
-El Fernet (el Branca, claro)
-El mate
-Los abrazos
-El inodoro (y el bidet)
-La música
-Las tortitas negras

miércoles, 11 de febrero de 2009

Maradona

Jugó, venció, meó, perdió. El análisis delató efedrina y Maradona acabó de mala manera su Mundial del 94. La efedrina, que no se considera droga estimulante en el deporte profesional de los Estados Unidos y de muchos otros países, está prohibida en las competencias internacionales.

Hubo estupor y escándalo. Los truenos de la condenación moral dejaron sordo al mundo entero, pero mal que bien se hicieron oír algunas voces de apoyo al ídolo caído. Y no sólo en su dolorida y atónita Argentina, sino en lugares tan lejanos como Bangladesh, donde una manifestación numerosa rugió en las calles repudiando a la FIFA y exigiendo el retorno del expulsado. Al fin y al cabo, juzgarlo era fácil, y era fácil condenarlo, pero no resultaba tan fácil olvidar que Maradona venía cometiendo desde hacía años el pecado de ser el mejor, el delito de denunciar a viva voz las cosas que el poder manda callar y el crimen de jugar con la zurda, lo cual, según el Pequeño Larousse Ilustrado, significa «con la izquierda» y también significa «al contrario de como se debe hacer».

Diego Armando Maradona nunca había usado estimulantes, en vísperas de los partidos, para multiplicarse el cuerpo. Es verdad que había estado metido en la cocaína, pero se dopaba en las fiestas tristes, para olvidar o ser olvidado, cuando ya estaba acorralado por la gloria y no podía vivir sin la fama que no lo dejaba vivir. Jugaba mejor que nadie a pesar de la cocaína, y no por ella.

Él estaba agobiado por el peso de su propio personaje. Tenía problemas en la columna vertebral, desde el lejano día en que la multitud había gritado su nombre por primera vez. Maradona llevaba una carga llamada Maradona, que le hacía crujir la espalda. El cuerpo como metáfora: le dolían las piernas, no podía dormir sin pastillas. No había demorado en darse cuenta de que era insoportable la responsabilidad de trabajar de dios en los estadios, pero desde el principio supo que era imposible dejar de hacerlo. «Necesito que me necesiten», confesó, cuando ya llevaba muchos años con el halo sobre la cabeza, sometido a la tiranía del rendimiento sobrehumano, empachado de cortisona y analgésicos y ovaciones, acosado por las exigencias de sus devotos y por el odio de sus ofendidos.

El placer de derribar ídolos es directamente proporcional a la necesidad de tenerlos. En España, cuando Goicoechea le pegó de atrás y sin la pelota y lo dejó fuera de las canchas por varios meses, no faltaron fanáticos que llevaron en andas al culpable de este homicidio premeditado, y en todo el mundo sobraron gentes dispuestas a celebrar la caída del arrogante sudaca intruso en las cumbres, el nuevo rico ése que se había fugado del hambre y se daba el lujo de la insolencia y la fanfarronería.

Después, en Nápoles, Maradona fue santa Maradonna y san Gennaro se convirtió en san Gennarmando. En las calles se vendían imágenes de la divinidad de pantalón corto, iluminada por la corona de la Virgen o envuelta en el manto sagrado del santo que sangra cada seis meses, y también se vendían ataúdes de los clubes del norte de Italia y botellitas con lágrimas de Silvio Berlusconi. Los niños y los perros lucían pelucas de Maradona. Había una pelota bajo el pie de la estatua del Dante y el tritón de la fuente vestía la camiseta azul del club Nápoles. Hacía más de medio siglo que el equipo de la ciudad no ganaba un campeonato, ciudad condenada a las furias del Vesubio y a la derrota eterna en los campos de fútbol, y gracias a Maradona el sur oscuro había logrado, por fin, humillar al norte blanco que lo despreciaba. Copa tras copa, en los estadios italianos y europeos, el club Nápoles vencía, y cada gol era una profanación del orden establecido y una revancha contra la historia. En Milán odiaban al culpable de esta afrenta de los pobres salidos de su lugar, lo llamaban jamón con rulos. Y no sólo en Milán: en el Mundial del 90, la mayoría del público castigaba a Maradona con furiosas silbatinas cada vez que tocaba la pelota, y la derrota argentina ante Alemania fue celebrada como una victoria italiana.

Cuando Maradona dijo que quería irse de Nápoles, hubo quienes le echaron por la ventana muñecos de cera atravesados de alfileres. Prisionero de la ciudad que lo adoraba y de la camorra, la mafia dueña de la ciudad, él ya estaba jugando a contracorazón, a contrapié; y entonces, estalló el escándalo de la cocaína. Maradona se convirtió súbitamente en Maracoca, un delincuente que se había hecho pasar por héroe.

Más tarde, en Buenos Aires, la televisión trasmitió el segundo ajuste de cuentas: detención en vivo y en directo, como si fuera un partido, para deleite de quienes disfrutaron el espectáculo del rey desnudo que la policía se llevaba preso.

«Es un enfermo», dijeron. Dijeron: «Está acabado». El mesías convocado para redimir la maldición histórica de los italianos del sur había sido, también, el vengador de la derrota argentina en la guerra de las Malvinas, mediante un gol tramposo y otro gol fabuloso, que dejó a los ingleses girando como trompos durante algunos años; pero a la hora de la caída, el Pibe de Oro no fue más que un farsante pichicatero y putañero. Maradona había traicionado a los niños y había deshonrado al deporte. Lo dieron por muerto.

Pero el cadáver se levantó de un brinco. Cumplida la penitencia de la cocaína, Maradona fue el bombero de la selección argentina, que estaba quemando sus últimas posibilidades de llegar al Mundial 94. Gracias a Maradona, llegó. Y en el Mundial, Maradona estaba siendo otra vez, como en los viejos tiempos, el mejor de todos, cuando estalló el escándalo de la efedrina.

La máquina del poder se la tenía jurada. Él le cantaba las cuarenta, eso tiene su precio, el precio se cobra al contado y sin descuentos. Y el propio Maradona regaló la justificación, por su tendencia suicida a servirse en bandeja en boca de sus muchos enemigos y esa irresponsabilidad infantil que lo empuja a precipitarse en cuanta trampa se abre en su camino.

Los mismos periodistas que lo acosan con los micrófonos, le reprochan su arrogancia y sus rabietas, y lo acusan de hablar demasiado. No les falta razón; pero no es eso lo que no pueden perdonarle: en realidad, no les gusta lo que a veces dice. Este petiso respondón y calentón tiene la costumbre de lanzar golpes hacia arriba. En el 86 y en el 94, en México y en Estados Unidos, denunció a la omnipotente dictadura de la televisión, que estaba obligando a los jugadores a deslomarse al mediodía, achicharrándose al sol, y en mil y una ocasiones más, todo a lo largo de su accidentada carrera, Maradona ha dicho cosas que han sacudido el avispero. Él no ha sido el único jugador desobediente, pero ha sido su voz la que ha dado resonancia universal a las preguntas más insoportables: ¿Por qué no rigen en el fútbol las normas universales del derecho laboral? Si es normal que cualquier artista conozca las utilidades del show que ofrece, ¿por qué los jugadores no pueden conocer las cuentas secretas de la opulenta multinacional del fútbol? Havelange calla, ocupado en otros menesteres, y Joseph Blatter, burócrata de la FIFA que jamás ha pateado una pelota pero anda en limusinas de ocho metros y con chófer negro, se limita a comentar:
—El último astro argentino fue Di Stéfano.

Cuando Maradona fue, por fin, expulsado del Mundial del 94, las canchas de fútbol perdieron a su rebelde más clamoroso. Y también perdieron a un jugador fantástico. Maradona es incontrolable cuando habla, pero mucho más cuando juega: no hay quien pueda prever las diabluras de este inventor de sorpresas, que jamás se repite y que disfruta desconcertando a las computadoras. No es un jugador veloz, torito corto de piernas, pero lleva la pelota cosida al pie y tiene ojos en todo el cuerpo. Sus artes malabares encienden la cancha. El puede resolver un partido disparando un tiro fulminante de espaldas al arco o sirviendo un pase imposible, a lo lejos, cuando está cercado por miles de piernas enemigas; y no hay quien lo pare cuando se lanza a gambetear rivales.

En el frígido fútbol de fin de siglo, que exige ganar y prohibe gozar, este hombre es uno de los pocos que demuestra que la fantasía puede también ser eficaz.

Eduardo Galeano.

Como dijo Diego "Yo nací en Lanús, hermano"

sábado, 7 de febrero de 2009

Los No

Los que nunca llegaron, los que nunca empezaron, los que abandonaron en la mitad, los que no tienen alas, los que no sufren, los que no sueñan, los que no ríen, los que no se atreven, los que no hacen malabares, los que no aman, los que no gritan, los que no se enojan , los que no insultan ni maldicen, los que no les falta nada.

Los que no lloran, los que no sienten, los que no corren riesgos, los que pierden antes de empezar, los que van a menos, los rutinarios, los que huyen, los que no ceden el asiento, los que no salen de la monotonía, los sensatos, los dóciles, los que nunca se pierden, los que no ven y tienen ojos, los que quieren cerrar los oídos, los que no hablan pero tienen boca, los que meten la cabeza bajo tierra cual avestruz.

Los que no tienen imaginación, los famas, los que no caminan bajo la lluvia, los que esperan sentados, los que siguen un método, los que nunca fueron polizones, los cómodos, los que no se emborrachan, los que temen a la resaca, los que siempre se olvidan, los que nunca se acuerdan, los "te quiero" forzados, los "no puedo", los que no bailan en público, los que no piden perdón, el "no sos vos, soy yo", las excusas trilladas, los que no te saludan, los que tienen mil caras, los que no te dicen nada ni "te amo" ni no.

Los que creen en las casualidades, los que no cantan en la ducha, los limites y los limitados, los saboteadores de sueños, los que se auto castran...

Todos ellos no son bienvenidos a mi blog.

martes, 3 de febrero de 2009

Los celos

Los celos se van a presentar mas tarde o mas temprano, pero a lo mejor lo que podemos hacer es discernir para ahorrarnos algunos celos que no son hijos del amor sino más bien, hijos de unas convicciones burguesas.

Hay muchos hombres que tienen celos de sus mujeres o de sus novias, que se sienten, antes que entristecidos, antes que desolados por la falta de amor, ofendidos por la invasión que otro ha hecho de algo que ellos consideran de su propiedad.

Eso me parece a mí que no tiene mucho que ver con el amor, sino con la sensación burguesa de que la mujer es una propiedad y que uno ha establecido un derecho real sobre la mujer. Entonces la aparición de otra persona usufructuando ese derecho es una afrenta. La idea de la afrenta no tiene que ver con el amor ni con el deseo. Esos no son celos sino mas bien una especie de indignación jurídica

Después, están los celos que son hijos del amor y de la pasión. Justamente con esta sensación "otro esta donde yo debería estar" o quizás mucho mas fuerte que esa sensación "ella no esta donde yo quiero que este". No tanto que este con otro sino que no este con uno, esa es la mayor tristeza.

Yo creo que el amor consiste en convertir de algún modo, de un modo verdadero o inventado, a otra persona en algo único e irremplazable. Entonces justamente ese carácter irremplazable promueve la desesperación de un hombre o una mujer cuando ve que el objeto de su amor esta eligiendo a otro como único e irremplazable. Esta desesperación es tanto mayor cuando ese carácter de irremplazable que le hemos conferido y que esa persona ha conferido a otro, es muy difícil de permutar, muy difícil de negociar, no se puede considerar único e irremplazable a una docena de personas. Justamente para considerar único a alguien tiene que no haber nadie.

Entonces este carácter definitivo que siente el enamorado rechazado, el enamorado que ve que la mujer amada esta con otro, es lo que lo hace parecer tanto a las penas del infierno, es que no van a terminar, no sucede por un rato, sucede para siempre. Pensemos en el personaje mas patético del teatro y de la realidad que es el enamorado rechazado, pensemos por un momento en la posibilidad que hay un cielo donde las personas buenas, valerosas, decentes encuentran una recompensa, entonces hasta podrían decirnos que aunque en vida no hayamos sido demasiado felices hay otra vida que nos recompensara porque hemos sido buena gente. Aquello que no conseguimos aquí lo conseguiremos allá.

En el caso del enamorado rechazado creo que no podremos complacerlo. ¿Cómo es el cielo de la persona que ama a alguien que ama a otro? Es igual. Porque muertos los tres, los amores repetirán en el cielo el mismo esquema que en la tierra. La única solución para un enamorado rechazado es ir al infierno. Institución que dados los sufrimientos que se le han deparado en la tierra serán sentido por este como una mejora.

¿Cuál es el consejo antes estas reflexiones apocalípticas? Ninguno, o quizás solo uno: Disfruten mientras puedan. Porque no tiene el cielo mejores agrados que depararnos que los que en la tierra viven los enamorados.

Y sabiendo que este es un bien que a veces desaparece, pues, disfruten.



Alejandro Dolina