viernes, 30 de octubre de 2009

Los Nombres

Porque también la cosa está en los nombres, en cómo suenen, en las palabras, pero más, más en los nombres porque se puede estar transmitiendo agarrado al micrófono con las dos manos, casi pegado el fierro a la boca, y la camisa abierta, transpirada y abierta, los auriculares ciñiendo las orejas y las sienes como un dolor de cabeza y ahí valen los nombres, tienen que venir de abajo, carraspeados, desde el fondo mismo del esternón, tienen que llegar como un jadeo, lastimarte, tienen que ser llenos, digamos macizos, nutridos, eso, nutridos.

Tienen que llenar la boca, atragantarla, que se los pueda masticar, escupir, como puede ser digamos Marrapodi, viejo, Marrapodi, ¡volóoo Marrapodi y echó al córner!, Marrapodi llena la garganta, sube, se puede arrastrar, no queda encía, muela, paladar sin Marrapodi, para deletrear casi con asco, con afonía. No. Marrapodi además volaba y se quedaba colgado en el aire con la pelota suya como un dirigible, remata, ¡vuela Marrapodi y atrapa! Roque Marrapodi, para colmo, nombre para reventarse las venas del cuello y que lloren los ojos por un solazo bárbaro de domingo a la tarde, lleno de gente porque entra Borello o quien sea y ¡tiraaa! Y allá sale disparado Marra como un lanzazo, la boca abierta, más abierta, los ojos casi en blanco, el pelo exagerado en el aire, un pie aquí, el otro allá, un manchón verde, uno gris, ese golpe en la punta de los dedos como quien puede manotear un pájaro, una gaviota, caer hecho un manojo en el aire, los bigotes misturados de césped, el olor, relojear por bajo el brazo y la ingle dónde fue a parar esa bola y gritar sintiendo la garganta afiebrada de flema volóooo Marrapodi, medio arrastrando entre los dientes y la lengua la doble erre porque ya el flaco con el fulbo bajo el brazo va a buscar la gorra que quedó en el otro palo.

O quizás Carrizo, pero menos, no tiene tanta fuerza decir Carrizo, tal vez en la zeta está ese olor a naranja, a cigarrillo, pero por ejemplo Camaratta, otro, Camaratta, vamos viejo, Camaratta, viene el centrooo... y son tenazas las manos de Camaratta, ¡dos garfios Camaratta!, cómo no va a tener tenazas Camaratta aunque no se debía tirar, a Camaratta le debían reventar pelotazos en el pecho desde medio metro y el ruido se debía escuchar hasta en la otra cuadra y viene el rebote, entró Pontoni, tiróoo, sacó Camaratta, de nuevo un balinazo en el tórax inmenso de Camaratta con el pelo mojado sobre la frente y una lluvia de sudor desprendida de su nariz y el sudor en los ojos, ¡cómo le debía picar el sudor en los ojos a Camaratta!, ¡cómo le debería picar! Y se quedaría tirado tras el tercer rebote en el suelo como un cachalote con la media derecha caída, sangrante y terrosa la rodilla, porque Camaratta siempre debía jugar en cancha de Atlanta donde es pura tierra y cada entrevero era una polvareda tremenda, donde catorce hinchas se morían de calor y odio y miles pero miles de argentinos escuchaban succionados por la radio la voz porteña del balompié, pasión de multitudes, ¡Ca-ma-ra-tta!, salvó su arco de segura caída, Camaratta carajo, no Blazina por ejemplo porque Blazina es como decir felino o colina, algo plástico, estético, Mirko volaba en treinta y tres revoluciones, ahora un brazo, después el otro, flexionar la rodilla, una gambeta blanca blanca pero todo en cámara lenta, muda, como un vacío que se hubiera chupado el rugido de la tribuna, sólo Blazina planeando, en blanco y negro para colmo, que eso no es para hinchas, es para artes visuales.

No, no se puede transmitir sin esos nombres, ojalá estuviera Marrapodi, o Camaratta, o Macarrata, o Camarrodi, Macarrata, ¡se tira Macarratta!¡Voló!, el micrófono hecho un puñal, un puñetazo sudoroso, ¿cómo puede haber un arquero García por ejemplo, García, qué se va a decir?, volóoo García, si queda en la boca esa sensación desierta y adormecida de cuando uno come pastillas de menta, volóoo García, qué mierda va a volar ese boludo. Que se quede parado para eso.


Roberto Fontanarrosa
(De "Los trenes matan a los autos")

viernes, 23 de octubre de 2009

Nadie me enseñó como sentir (Kurosawa)

Existe una relación apasionante entre la memoria y la continuidad de la existencia. Si bien no podemos recordar exactamente todo lo que paso (en cuyo caso, nos pasaría como a Funes, el memorioso), elegimos de forma inconsciente que cosas recordar y cuales dejar relegadas al olvido. Y como la memoria es una resistencia al devenir del tiempo, hoy me propongo recordar:

Recordaré amanecer abrazados,

recordaré la calidez de tu cuerpo,

la comodidad de tu cama.

No hubo nada que se iguale al aroma de tus besos,

no lo olvidaré jamás.

Son únicos,

mágicamente indescriptibles,

simplemente inolvidables.

lunes, 19 de octubre de 2009

Generación @

A ver si nos entendemos, sinceramente me interesa un cuerno saber que:

Alguien me ha bloqueado o el brazalete de la amistad, o que me envíen un “teddy”, o medir mi kilometraje en el sexo, o la bendición de Reyes 8:23, o que Carrefour me invite a su cumpleaños, o que quieran ser mis amigos en "Quepasa.com". Tampoco quiero entrar a ningún lugar a conocer gente o ver las últimas fotos de nadie en Sónico, agradezcan que tengo feisbuck .
No me interesa saber que Sony Ericsson me va a regalar un celular, o que el msn va a desaparecer, o que me va a salir el nombre de quien me ama, o que mi deseo de conocer a Julieta Diaz en el subte, va a depender de enviarle un mail a 2344 personas en 5.8 segundos. No quiero saber quien me elimino de msn, o quien me tiene en no admitido, o "saber como eliminar todos los kilos de sobra que posees con el programa de descenso de peso mas efectivo que existe!".

Sé que existe la opción "correo no deseado", pero me molesta mucho recibir correos de ese estilo.

Si tenés tiempo para reenviar decenas de correos también tenés tiempo para enviar otras cosas. No pido un "te quiero", ni un "te extraño", ni un "Dame un abrazo ya mismo" (Bueno, el último quizás sí).

Me conformo con un "Hola Pable ¿Cómo estás?"

¿Acaso pido mucho?

viernes, 9 de octubre de 2009

A mis hijos

Queridos Hildita, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto:

Si alguna vez tienen que leer esta carta, será porque yo no esté entre ustedes.

Casi no se acordarán de mi y los más chiquitos no recordarán nada.

Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones.

Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada.
Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo.
Es la cualidad más linda de un revolucionario.

Hasta siempre hijitos, espero verlos todavía. Un beso grandote y un gran abrazo de

Papá

Ernesto Guevara (14 de junio 1928 - 9 de octubre 1967)

jueves, 1 de octubre de 2009

Esa estrella es un lujo


Hoy tengo el honor, el agrado y la responsabilidad de presentarles a alguien que le sobra talento. Y como se que ustedes se mueren de ganas de saber de quien les hablo, no les voy a decir nada, solo miren esa imagen.
Por si hay algún/a desprevenido/a que no sabe quien es, les cuento que, además de ser muy bonita, es Carolina Flechner, la baterista de Me darás mil hijos. Si no vieron a esa banda en vivo es muy recomendable que lo hagan, suenan muy lindo.
Y no me vengan con que están grandes para aprender a tocar la batería.
Supongamos que ahora tenés 35 años y consideras que estás viejo para aprender a tocar, pensá que podés quedarte en esa actitud pasiva y nunca aprender nada, y llegar así a los 40 y decir "nunca tome clases de batería". O podés llamar a Carolina, arreglar un horario, tomar clases regularmente, y seguramente cuando cumplás 40 vas a saber tocar mucho mejor de lo que tocás ahora.
Si mencionan que vieron el anuncio en este blog, se ganan un abrazo mío. O quizás podamos compartir alguna bebida espirituosa.